jueves, 7 de mayo de 2020

El Último Maquinista de El Tacuarinero. Celso Inzunza Medina


CELSO INSUNZA MEDINA

“El último Maquinista del Tacuarinero”
Entrevista de Luis Antonio García Sepúlveda
en 1995
Transmitida En El Verano De 1998
Por  XEUAS Radio Universidad
En El Programa “Crónicas De Culiacán Rosales”



Mi nombre es Celso Inzunza Medina  yo fui el último maquinista del ferrocarril
Occidental conocido por el pueblo como “El Tacuarinero” Nací el seis de Abril de 1908 en Los Alamitos de San Pedro, un rancho que está a un lado de Navolato. Mis padres fueron Epifanio Insunza y Juana medina. Mi abuela se llamaba Trinidad, a mi padre no lo conocí. Yo me crie con mi abuela, y cuando murió ella, me vine a Culiacán. Aquí me casé con Ramona López y tuvimos seis hijos, tres mujeres y tres varones, Celso, Álvaro, Ignacio, y mis  hijas Evangelina, Teresa y Guadalupe.

En el Ferrocarril Occidental de México
    A los quince años de edad comencé a trabajar en el ferrocarril sacando y metiendo durmientes, luego fui fogonero en una máquina de leña, porque antes, eran máquinas de leña. Trabajé mucho tiempo metiendo leña en esas máquinas, había unos paseos a Altata y yo era fogonero en esos viajes, metía cuatro tanques de leña, dos de ida y dos de vuelta.

Trabajábamos casi doce horas diarias yo ganaba $2.50 al día, no había horas extras ni nada de eso. Trabajábamos todo el día. El maquinista ganaba $3.50 se llamaba Alberto Molina y era mi compadre. Cuando él murió yo subí a maquinista. Era gerente don Ismael Douglas, luego Carlos Sentís y finalmente don Alberto Zazueta Duarte.

    Yo me llevaba muy bien con él, con otros salí mal porque como yo era constante en mi trabajo, no me gustaba que un individuo tratara malamente a un trabajador y yo sacaba la cara por él. Yo no era nadie, ni cosa alguna del sindicato, pero me daban coraje las injusticias. A mí no tenían por qué decirme nada, si estaba mal me lo sacaban en cara, pero como ¡No! Me metía cuando maltrataban a un trabajador. Me decían ¿Por qué te metes tú? -les respondía- “Me meto porque no me gustan las injusticias”  Así era yo. Cuando el Sr. Zazueta me decía - ¿Estás listo para la hora de salida?- yo respondía –Si estoy listo, nomás que sea la hora- Yo nunca falte en mi trabajo, fui constante todo el tiempo, por eso es que este señor me apreciaba porque nunca le fallé. Era un hombre que si  le pedía dinero prestado, me lo prestaba porque sabía bien con quien contaba, ¡conmigo! porque nunca le fallé al trabajo.

  El Tacuarinero era como cualquier  tren de pasajeros. Íbamos a Navolato y a veces solo llegábamos hasta El Limoncito de los Ramos porque el río tenía agua. En tiempos de secas poníamos una vía en la arena para pasar al otro lado y llegábamos hasta Altata. Entre semana llevábamos a Navolato carros para cargarlos de azúcar, cuando se venía el río ya no podíamos pasar a Navolato. Los meses que pasábamos a Altata eran Abril y Mayo.

La estación en Culiacán
     En los terrenos de lo que hoy es la estación de autobuses, en el Boulevard Leyva Solano, cerca del panteón municipal estaba la terminal del ferrocarril Occidental. Por lo que ahora es el boulevard estaban las vías. Ahí estaba “La redonda” donde metíamos la máquina. “La redonda” era un edificio de lámina redondo con dos puertas que cerrábamos, adentro había taller mecánico para arreglar las ruedas y tornearlas con un torno grandote. Cuando nos íbamos a la casa metíamos ahí la máquina, era un edificio largo.

Los Viajes a Altata
      En Abril y mayo llevamos a Altata, plataformas cargadas de gente. Salíamos de Culiacán a las ocho de la mañana, con cuatro jaulas y dos carros de primera. El personal que iba a bordo era: El conductor, el fogonero, tres garroteros y yo de maquinista, en total éramos seis. Los carros de primera eran unos carros con ventanillas amarillas y tenían como una cúpula en el techo. Tenían asientos de bejuco acolchonados con resortes. Los de segunda tenían bancos a los lados, dejando libre el centro para poder caminar.  Tenían unas tablas por detrás y unos estacones para respaldo, las bancas eran de tablones. Las plataformas no tenían techo, estaban libres a ¡Rin pelón! Pero se llenaban de gente. En los de primera cobrábamos un peso con diez centavos el viaje a Altata ida y vuelta. Y en los carros de segunda cincuenta y cinco centavos. A bordo se vendía cerveza y tocaban dos bandas, a los carros se  subía en Aguaruto una señora gorda que llevaba unos canastotes de tacuarines y empanadas, las vendía baratas, ¡a cinco centavos! Precisamente por las vendedoras de tacuarines, el pueblo lo bautizó como “El Tacuarinero”.

   Tardábamos como tres horas en llegar a Altata, y es que el tren se paraba mucho porque la gente se iba subiendo. Llegábamos al puerto como a las once más o menos. De ahí  parábamos como hasta las cuatro de la tarde. A las tres y media dábamos un pitazo para que las gentes que se habían ido al otro lado de la isla, se vinieran y tomaran las canoas. A las cuatro salíamos de Altata ya con toda la gente, nos veníamos y llegábamos como a las seis de la tarde a la estación de Culiacán.  El conductor en ese tiempo se llamaba Fidel, no me acuerdo de su apellido, él era el que quitaba los boletos, y el que los vendía era Don Fito, así le decían. Hubo un viejo conductor que se llamaba Charles King, pero la gente le decía “Chalequín” Recuerdo que en una ocasión, venia un amigo muy desesperado por llegar al Nuevo Culiacán, y nosotros nos encontrábamos  agarrando vapor, porque no servían las maquinas. Se salía el vapor de la tubería y de la caldera, venia mucha gente y ese amigo desesperado se bajó y comenzó a gritar ¡Vaaamonos, Vaaamonos!. El Chalequín se bajó muy enojado y le llamó la atención diciéndole,  ¡Usted no puede decir vámonos! -solo el conductor lo puede decir- entonces el amigo le respondió  -¡Chalequín, vaya a Chin… a su madre!- ¡Eso si puede decir! Pero no puede decir vámonos… le replico el Chalequín.

 El  Cruce con el Sud-Pacifico 
     A Culiacán llegaban dos ferrocarriles. Del norte desde la frontera hasta Guadalajara pasaba el Sud Pacifico, (El Sud Paciencias).  y de Culiacán a Navolato, el Ferrocarril Occidental de México. (El Tacuarinero). Cuando se llegaban a encontrar pasaba lo siguiente: En el crucero de las dos vías había un banderín, pero el Ferrocarril Occidental tenía la preferencia. Le pitábamos al banderín para pasar, y si venia el Sud Pacifico pitaba también. Pero el de la bandera paraba el Sud Pacifico y nos daba el pase a nosotros al Occidental, porque por antigüedad teníamos el derecho de vía Un día venía uno de pasajeros y veníamos nosotros, pedí la bandera para pasar, el otro también; pues le pararon al de pasajeros y nos dieron el pase a nosotros. haaa ¡Hubieran visto! Después no podía moverse el Sud Pacifico Porque estaba en curva y es que nosotros teníamos el derecho Si el Sud-Pacifico hubiera pedido la bandera primero y después yo, le hubieran dado el paso.

El Accidente
     Del Palmito para acá había un “suichi” Un tramo de vía donde metía los
carros el Sud-Pacifico para que al otro día nosotros, los jalábamos para llevarlos a Navolato al empaque de azúcar. En una ocasión, veníamos de Altata, era un domingo, y como ahí en la vía principal donde veníamos, había una máquina del Sud-Pacifico haciendo maniobras en el patio metiendo varios carros de tomate, no se pudo detener, la maquina le falló. Nosotros veníamos duro, en ese entonces mi compadre era el maquinista y yo era el fogonero. Ya que vio mi compadre muy cerquita los carros del Sud-Pacifico en el cruce, entonces le metió más duro a ver si así libraba los carros. Pero no libro más que la máquina y los de segunda, los carros de primera se hicieron añicos, no hubo muertos pero si varios heridos. Eso pasó en los cincuentas.
     
A Toda Velocidad
     El Ferrocarril Occidental corría a una velocidad de treinta kilómetros por hora. No podíamos corre más porque la vía era  vía angosta, y muchas partes no tenían durmientes, llegaba uno cargado donde el riel no tenía durmientes y se quebraba. Los rieles de fierro  eran muy vidriosos, se quebraban con el paso de los carros y las vías se desviaban para un lado y para el otro y ahí era donde se enterraban los carros en la tierra porque ya no agarraban el riel; ¡Quedaban cruzados! y la caja agarraba por donde podía. Recuerdo que en una ocasión llegamos de paso a San pedro; yo me baje y vi a un amigo que estaba en la estación con un burro y comentó que iba apurado a Culiacán. A mí  se me ocurrió decirle “Sí quieres llegar temprano, encarga el burro con alguien y yo te doy un ráite a Culiacán”  ¡No amigo si lo que yo quiero es llegar pronto! Me contestó.

El Último Viaje del Tacuarinero
     En 1961 me tocó sacar por última vez la máquina del Tacuarinero, era un día lunes. Cargaron en una plataforma todos los fierros que había en el taller, taladros tornos etc. Yo los tenía que llevar a la estación del Sud-Pacifico. Subimos una banda a la plataforma y unos cuantos cartones de cerveza para tomárnoslos en el viaje ¡Como era el último! A mí se me hacía un nudo en la garganta cuando hacía llorar la máquina con el silbato. Toda la gente a los lados de la vía estaba llorando porque se iba a acabar el ruido del tren aquél. Se me atoraba algo en la garganta, no podía tragar de lo emocionado que iba. Yo lloré  ¡Tenía que ser!  Ya se iba a acabar ese ruido. Todos los muchachos los plebes, lo sintieron mucho porque nosotros les dábamos cañas al pasar. Por eso estaban muy sentidos, porque ya no iba a ver ferrocarril.

  Íbamos puros trabajadores y varios cargadores que iban a descargar lo que llevábamos de La Redonda. El fogonero era Fidencio Medina primo hermano mío, y luego unos garroteros, José López, otro… no me acuerdo, eran tres. Todo lo dejamos en la estación del, Sud Pacifico. A la siguiente semana me jubilé y junto conmigo los más viejos. Ya no quise seguir y entraron las máquinas del Sud Pacifico. No me querían jubilar porque decían que yo podía seguir trabajando. ¡Pero no! Les dije que seguiría trabajando si me pagaban un sueldo extra, si no, pues no trabajaba.


Los Recuerdo Perdidos
    Yo guardé algunas cachuchas y un overol, pero ya se acabó todo eso. Tenía fotografías pero vino un amigo que dizque “para hacer un libro sobre el ferrocarril”. Se las presté y jamás se acordó de traerme las fotos. Eran varías y diferentes. Sentado yo en la Máquina, en la ventana, Subiéndome al tanque para revolver el aceite con una revolvedora. Y todo eso se lo llevó. ¡Ni una me dejó! Me dijo que no desconfiara, yo de buen corazón se las facilité, era un moreno delgadito. Ahí quedó el asunto.

La Huesuda
     Ya tengo muchos años, ¡Noventa! Dios me ha visto con ojos de piedad, Yo doy gracias a él que todavía me está conservando. De mis compañeros solo quedan dos, un muchacho que creo que se llama Catarino Félix y Evaristo Félix, son primos hermanos, ellos fueron conductores. Nunca pienso en la muerte porque yo me encomiendo a Dios y él se acordara de mí el día que él quiera, hasta ahí dura la vida. La vida la camino conforme el tiempo va pasando. No le temo a la huesuda, al cabo que cuando ella llegue ahí le paramos.

7 comentarios:

  1. Faltó decir que en el tacuarinero se paseaba a la Reyna del carnaval de Culiacán por todo el camellón del bd Gabriel Leyva, las últimas en hacer ese paseo fueron las reynas Olivia Aragón y Julieta Irizar, mujeres muy bellas por cierto. No recuerdo el año pero si si recue que yo ví el paseo en las tres águilas, una ferreteria que estaba en la esquina de N. Bravo y Bd Fco. I. Madero

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  2. Preciosas remembranzas que vale la pena publicarlas y asi darnos cuenta la rica historia de nuestro querido Culiacán que tristemente de los 80's para acá empezó a ser diferente con la contaminación social de la delincuencia organizada y desorganizada.. Leí q el gerente era Alberto Zazueta Duarte? Este Hombre era de Sataya?

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  3. Y alguien sabe hasta que año vívio don Celso Inzunza Medina? Ese hombre merece un reconocimiento oficial por lo que hizo en bien de la comunidad regional culichi..Lo propongo oficialmente!


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  4. Celso Inzunza Medina fué mi bisabuelo, falleció poco antes del año 2000...pasaba ya los 90 años y aún estaba en forma, con lucidez mental suficiente para contarnos esas historias y otras historias, tenía el hábito de recolectar y aplastar latas de cerveza y caminar hasta las hojalateras y venderlas(no sabía permanecer quieto, a su edad todavía salía caminando a hacer sus vueltas solo). Vivió en su casa en la colonia 5 de Mayo (frente al Hospital del ISSSTE) fué de los primeeeeros invasores que fundaron esa colonia. Era de esos hombres "de antes" que resistían de todo. Curiosamente falleció un 12 de diciembre, fiel a sus costumbres y creencias, se dispuso a ir a visitar a la Virgen de Guadalupe en su día...caminando como siempre, resbaló en una guarnición del camellón del Boulevard Gabriel Leyva casi frente a la Cruz Roja, se dió un golpe en la cabeza al caer y lo internaron en el Seguro Social...ya no volvió en si. Murió como siempre dijo que no iba a dar lata, que no le gustaba ser una carga para nadie...En Paz Descanse!!!

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    1. Creo que somos familia
      Yo soy nieta de epifanio inzunza

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  5. Llevaba tiempo tratando de localizar esta entrevista...Gracias por publicarla!! si "el tata Celso" no hubiera tenido ese accidente hubiera durado con nosotros muuucho más estoy seguro, envidiable su fortaleza.

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  6. Esta si q es historia de las buenas,me gustaria q asi como se presento un bisnieto(a)asi manifiestense familiares de este señor(don Celso)para conocer de estas historias y porque no hacer un documental de estos hechos y otros mas q son cultura Sinaloense,haber señores historiadores e investigadores levanten la mano q de aqui sale mucho material para su trabajo

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